El cuaderno de Beatriz (Manjón)
(Publicado en La Voz de Galicia: 5/9/2009)
En mi casa, jamás se ha insultado. Como mucho, de críos, se nos escapaba algún «tonto» sincopado por la mano de mi madre, así que no nos quedaba más remedio que conformarnos con llamarnos cara pan, cara huevo o cara flash (que es ese helado para sorber). Tanto calaron en nosotros aquellos improperios infantiles que, en un debate de Crónicas marcianas en el que participó uno de mis hermanos, indignado por la ignorancia con la que se argumentaba, dedicó un pueril «cara huevo» a uno de sus oponentes, cuya cabeza era, verdaderamente, ovalada. Estoy segura de que mi padre hubiera preferido que en aquella contienda su hijo blandiera la espada que él magistralmente desenvainaba: la ironía, un rasgo ?una virtud, diría yo? muy nuestro, un modo de burlarse fino y disimulado que, solo cuando se le encendían los carrillos y se le hinchaba la vena de la frente, derivaba en sarcasmo. A base de asistir a aquellas magistrales clases paternas, unas veces como público, otras como contendiente, aprendí a defenderme y tengo mi propio sable, guardado en la boca del estómago, con una bonita funda hecha en Prudencia, para no hacerme daño.
Pero, desgraciadamente, hoy se combate con otras armas, con la descalificación y con el insulto. Insulta Belén Esteban, despotrica el padre de la Campanario, vilipendian los ex grandes hermanos, pero lo más grave es que también ofenden determinados periodistas y algunos presentadores parapetados tras sus gafas, como Risto Mejide, que ha pasado de inteligente, irónico y hasta divertido juez de OT, a ventrílocuo del mal gusto, la fatuidad y la grosería.
Antes, aprendíamos los tacos que no oíamos en casa de aquellos niños que se sentaban en la última fila de clase e intentaban levantarte la falda en el recreo. Ahora los reyes del share, que deberían demostrar que alguna vez ocuparon los primeros pupitres, enseñan, en la pizarra televisiva, jerga y mímica de malotes. Tristemente, habrá quienes aprendan a defenderse así, injuriando, gritando, levantándose y señalando con el índice, y se considerarán educados. Lógico. ¿Acaso Freud no sentenció que «el primer humano que insultó a su enemigo en lugar de tirarle piedras fue el fundador de la civilización»?
Y yo, Jorge, digo: que a mí también me enseñaron a no insultar. Pero a veces las palabras suenan más fuerte con un taquillo, con un taco parece que hasta que gritas más.
Con uno de esos, después de fallar un gol cantado, o un smash "a huevo", te sientes mejor, o al caer la tostada, especialmente por el lado untado, un "joder" parece que te libera ¿no?
Me encanta decir:
- es bueno de cojones
- mola la ostia
- fai frío de carallo
- mecago en la puta
- Mierda!
Y también:
- Hos... pitalera!
- Miér... coles
- Jo... e!
Bueno, ¿y a vosotros?
A ver si el que sólo le gustan los tacos es a mí.
Ya me diréis.
Saludos
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