Parecen una montaña cuando los haces hacia arriba, y un parque acuático si es al contrario, a punto de tirarse del tobogán de la diversión.
El avión huele a avión, a colonias caras normalmente, luego el taxi, lo bueno de una empresa seria son los buenos taxis, olor a nuevo, y el olor del hotel, a tranquilidad entre comillas... Al día siguiente huele al penúltimo donut, al penúltimo café que no es de barco, y llega el momento del olor a refinería.
En la lancha hacia "La Roca" el primer roción, huele a mar, y al coger la maleta, sientes la salitre ya en la mano. Llegan los 59 escalones... hoy no se porqué los he contado. Y el olor a barco, a habilitación, la verdad, no es desagradable, no deja de ser nuestra segunda casa. Llegas al camarote, un apartamento con vistas al mar...
Y es cuando abro la maleta, y me encuentro un regalo de mi hija, un olor.
Hasta la vuelta pequeña
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