Un viejito casi centenario pasea por un Bulevard de Amsterdam.
Una prostituta lo llama con burla:
-¡Eh, abuelo! ¿por qué no entras?
-No, hija, ya no puedo -responde el abuelo.
-¿Por qué no me dejas que lo pruebe? -insiste la prostituta.
El abuelo entra y cumple como un chico de 22 años. Tres veces y todavía sigue empalmado.
-¡Cojones! -dice la señorita- Y decía que ya no podía.
-Follar sí que puedo. Lo que no puedo es pagar. ¡Me han recortado la pensión!
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