Chivatos ejemplares
Por ARTURO Pérez-reverte, en Patente de Corso, El Semanal
“El silencio de los borregos no siempre es imbécil o cobarde, sino también cómplice.
Tendemos, porque nos tranquiliza la conciencia, a echarle la culpa de todo a la clase política, a los empresarios, a los sindicatos, al clima, a la mala suerte y al lucero del alba. Resultamos inocentes como cervatillos. Nadie es nunca responsable de nada.
Para todos los males del mundo, los demás estamos todos al margen. Cuando pasa la racha, todos sacan del bolsillo y exhiben en público el certificado de buena conducta, y guardan el correspondiente minuto de silencio. Parece mentira, qué malos eran.
Viene al caso un chico de una escuela de idiomas de palmea de Mallorca, expulsado por mostrar su desacuerdo con la obligatoriedad de hablar catalán para trabajar en la sanidad balear, mientras tomaba café con sus compañeros, fuera de clase (los cuáles se chivaron a la profesora, no sin tacharlo del muy usado “fascista”; y ésta a la dirección del centro. Se aludió que se había creado un mal ambiente en el grupo.
Hablando de idiomas, es similar a un tiempo donde te obligaban a hablar español…
Con nuestro voto y aplauso permitimos todas estas actuaciones. Lo que decía al principio, el silencio de los borregos… con el puño alzado o el brazo en alto, según la época… cantando a coro lo que toque.
Hay que ver qué malos eran los malos, y que tontos eran los tontos. Palabra oportuna: eran. Cómo nos gusta conjugar la tercera persona del plurar.”
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