viernes, 13 de junio de 2014

Te estaba esperando

Y sigo aquí, sentado al otro lado de la puerta de la muralla que construiste a tu alrededor para protegerte...

Esperando...

Y sé que también estás sentada al otro lado, sólo la puerta nos separa. Pero sé que me oyes y te he dicho de todo. Te he contado cosas mías, historias fantásticas, sueños... Alguna vez hasta pasé algún mensaje en una hoja por debajo de la puerta...

Sólo escuché tu silencio...

Pero no me importó, seguí contándote lo que veía de este lado, la gente, la vida. Llovió y me mojé, pero no me importó, seguí allí; hizo viento y tuve frío, pero podía notar el calor de tu cuerpo y me consoló, así que no me moví; hizo sol y me secó y alegró el día y seguí allí. Pasó gente y me preguntaron qué hacía...

"Espero"....

Me contaron sus historias y te las iba contando a ti. 

Sólo escuché tu silencio...

Pero un día te oí decir muy bajito: 
"Me gusta oirte"...

Eso me animó y me alegró incluso más que el calor del sol. Así que seguí contándote más cosas.
A veces oía tus pasos alejarse. Y me callé paciente y confié en que volverías. Otras volvías para sentarte junto a mi, al otro lado de la puerta, la que atravesaba la muralla, cerrada...

Un día, agotado, me dormí.

Abriste tímida la puerta de tu muralla. Te agachaste para recogerme y acogerme de nuevo en tus brazos.

Desperté, sonreí, y pensé en que la muralla tendría que ser como un castillo de arena, que con cada ola se pudiera hacer uno nuevo... Y sólo pude decir:

"Te estaba esperando..."

1 comentario:

  1. Mi versión es algo diferente...
    "Un día, agotado, me dormí.

    Al despertar tu puerta seguía cerrada. Y, aunque seguía notando el calor de tu cuerpo al otro lado despacio recogí mis cosas del suelo: mis ilusiones, mis sueños, mis esperanzas, mis deseos, mis recuerdos,... Y me fui. Sólo te dejé colgado del pomo de tu puerta mi amor por ti.

    Entré en mi castillo y cerré mi puerta."

    Y así es la vida, cada uno en su castillo.
    Algún valiente deambula por ahí con la esperanza de encontrar alguna puerta entre abierta y a veces tiene suerte. O espera un cierto tiempo pacientemente (como el protagonista) a que la abran.
    Otros se asoman discretamente para ver qué hay fuera pero no se atreven a salir.
    Otros miran por la mirilla con miedo.
    Pero lo más triste son los muchos portazos que se oyen acompañados de alguien con una patada en el trasero.

    Por eso las puertas siguen cerradas.

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