Una tarde, mientras el rey estaba de cacería, llegó un mensajero para avisar que la madre de Caroline estaba enferma. Pese a que existía la prohibición de usar el carruaje personal del rey (falta que era pagada con la cabeza), Caroline subió al carruaje y corrió junto a su madre.
A su regreso, el rey fue informado de la situación.
- ¿No es maravillosa? -dijo-. Esto es verdaderamente amor filial. ¡No le importó su vida para cuidar a su madre! ¡Es maravillosa!
Cierto día, mientras Caroline estaba sentada en el jardín del palacio comiendo fruta, llegó el rey. La princesa lo saludó y luego le dio un mordisco al último durazno que quedaba en la canasta.
- ¡Parecen ricos! -dijo el rey.
- Lo son -dijo la princesa-, y alargando la mano le cedió a su amado el último durazno.
- ¡Cuánto me ama! -comentó después el rey-, renunció a su propio placer, para darme el último durazno de la canasta, ¿no es fantástica?
Pasaron algunos años y vaya a saber por qué, el amor y la pasión desaparecieron del corazón del rey. Sentado con su amigo más confidente, le decía:
- Nunca se portó como una reina… ¿acaso no desafió mi investidura usando mi carruaje? Es más, recuerdo que un día me dio a comer una fruta mordida.
Nota:
En todo cuento siempre se puede cambiar rey por princesa...
... para el que lo quiera entender, para que el no, que lea la entrada "El maestro Sufi", y aún así, todo parecido con la realidad es pura coincidencia.
Saludos
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