Un hombre que tenía 17 camellos y 3 hijos, murió. Cuando el testamento fue leído, decía que la mitad de los camellos sería para el hijo mayor, un tercio para el segundo y un noveno para el tercero. ¿Qué hacer? Si eran 17 camellos; ¿cómo dar la mitad de 17 al hermano mayor? ¿Uno de los animales debería ser cortado a la mitad? Además, eso no resolvería nada, porque un tercio de 17, sería dado al segundo hijo. Y la novena parte al tercero. Los hijos corrieron a buscar al hombre más erudito de la ciudad, un estudioso, un matemático. El hombre razonó mucho pero no consiguió encontrar la solución, aunque era un buen matemático. Entonces alguien sugirió: - “Es mejor buscar a alguien que sepa de camellos, no de matemáticas”. Encontraron entonces al Filósofo de Güémez, hombre inculto pero sabio y con mucha experiencia. Le contaron el problema. El filósofo se rió y dijo: - “La solución es muy simple, no se preocupen”. Casualmente alguien le había regalado un camello al Filósofo, y les dijo: - Les presto este camello para hacer las cuentas. Ahora son 18 camellos. Entonces, procedió a hacer la división. 9 fueron dados al primer hijo, que quedó satisfecho. Al segundo le tocó la tercera parte – 6 camellos - y al tercer hijo le fueron dados 2 camellos, o sea, la novena parte. Sobró 1 camello: El que fue prestado. El Filósofo tomó su camello y dijo: - “Ya está, ahora ya se pueden ir”. Anónimo |
jueves, 29 de mayo de 2014
Ten siempre un camello a mano
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Jaaaaa.Ten un camello en tu despensa
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