- Adán, desciende hasta aquel valle.
Adán preguntó:
- ¿Y qué es un valle, Señor?
Y Dios se lo explicó. Después Dios dijo:
- Adán, cruza ese río.
Y Adán preguntó:
- ¿Y qué es un río, Señor?
Y Dios se lo explicó. Más tarde Dios le dijo:
- Adán, sube a aquella montaña.
Y Adán preguntó:
- ¿Y qué es una montaña, Señor?
Y Dios se lo explicó. Después Dios le dijo a Adán:
- Del otro lado de la montaña encontrarás una caverna.
Y Adán le preguntó:
- ¿Y qué es una caverna, Señor?
Y Dios se lo explicó. Entonces Dios le dijo:
- Adán, en la caverna encontrarás una mujer.
Y Adán le preguntó:
- ¿Y qué es una mujer, Señor?
Y Dios se lo explicó.
- Quiero que te reproduzcas.
Y Adán le preguntó:
- ¿Y como hago eso?
Y, una vez más, Dios se lo explicó.
- Adán: Desciende al valle, atraviesa el río, sube a la montaña, y encuentra a la mujer.
Después de cinco minutos, Adán estaba de vuelta. Dios, ya un poco irritado, preguntó:
- ¿Y ahora qué pasa?
Y Adán le preguntó:
- ¿Y qué es una jaqueca...?
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Un anciano fue a ver al gran mago
Merlín, para pedirle si podía quitarle una maldición con la que tenía que vivir
desde hacía cuarenta años. Merlín le dijo:
- "Tal vez pueda hacerlo, pero tienes que decirme las palabras
exactas con las que te pusieron la maldición".
El anciano, sin dudar, le dijo:
- "Los declaro marido y mujer".
(También hay versión para anciana)
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Tras 25 años casados, una pareja estaba en la cama, cuando la esposa medio dormida ya, sintió a su marido cómo la acariciaba de una manera que no lo había hecho desde mucho tiempo atrás.
Sus caricias eran muy sensuales, empezando por la nuca hasta llegar a su espalda.
Después acarició sus hombros, najando lentamente hacia sus senos y parando justo en su ombligo.
Luego sutilmente puso su mano en el interior de su brazo izquierdo, acariciando el lado de su seno, bajando por el costado sobre la nalga hasta llegar a la pantorrilla. Siguió hacia arriba por el interior de su pierna parándose entre las ingles.
Repitió, las mismas caricias en el lado derecho y, derepente, paró, se dio la vuelta y se puso a ver la tele.
La esposa, ya muy excitada, le preguntó con una voz muy dulce:
- Lo estabas haciendo muy bien, cariño ¿porqué has parado?
Él respondío:
- ¡Coño! porque ya he encontrado el mando.
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