Su hijo tenía apenas un año, y lo dejó solo en casa, metido en la cuna, tenía que ir a comprar unos pañales.
Al llegar, lo primero que vio fue un gran charco de sangre en el pasillo. Pensó rápidamente, cogió lo primero que encontró en la mano, buscó al perro, tenía la boca llena de sangre, y le mató a golpes.
Luego fue a la habitación, desolado, aún le temblaban los brazos, y encontró a su bebé en la cuna, sonriendo al verle.
Debajo de la cuna, una gran serpiente partida a la mitad, que el perro había matado a mordiscos para salvar al pequeño.
A veces... juzgamos demasiado pronto.
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