lunes, 14 de abril de 2014

Lo que el agua oxigenada a las heridas

(Lectura interesante la que os dejo)


Yo creo que hay 5 tipos de rachas, 5 tipos de estados de ánimo, 5 respuestas a un “qué tal”. Podemos estar pletóricos, bien, simplemente estamos, estamos mal o hundidos. Quizá se nos ha metido en la cabeza que debemos vivir desde el simplemente estar, hacia arriba. Y cuando caemos un poquito más hondo, hay que hacer lo que sea por subir ese escalón. Pues bien, yo no pienso lo mismo. Para nada. (Para nada para nada para nada, como dice una amiga).

A lo largo de mi vida he aprendido unas cuantas cosas, entre ellas que hay que aprender a vivir no sólo cuando estamos contentos, felices, motivados y con el viento a favor. He aprendido a disfrutar también de la soledad, el desencuentro, la nostalgia, el desamor y las malas rachas. Al final, si lo piensas es en esos momentos cuando más crecemos. Sin esos momentos seríamos una especie de niño grande que no sabe que no todo es color de rosas, que no sabe “lo que vale un peine”. Y sin saber cuánto valen las cosas no podemos valorarlas, evidentemente. (Lo que no te mata te hace más fuerte...)

La vida como la materia, se transforma. Con la diferencia de que también se crea y se destruye y casi siempre, somos nosotros los responsables. Pero es que no podemos evitar que nos pasen cosas constantemente. Y si intentamos superar las rachas malas a base de auto-compadecernos o lo contrario, saliendo de fiesta para no acordarnos de nada, haciendo ver a los demás que estamos bien para intentar creérnoslo nosotros mismos, pasa lo mismo que cuando no nos enfrentamos a nuestros miedos, que los metemos en la mochila del segundo plano de nuestra vida para no verlos, pero pesar, pesan como el ellos solos. Absolutamente todos los sentimientos necesitan su tiempo para madurar, si intentamos arrancarlos demasiado pronto porque duelen, dolerán aún más durante más tiempo, pues no pueden nutrirse y tardan más en transformarse.

Cosas que pasan a veces:

A veces nos enamoramos de la persona equivocada y sufrimos más de lo que merecemos…

A veces cuando creemos que nada puede ir peor, va mucho peor…

A veces nos levantamos con ganas de comernos el mundo y el mundo nos come en 20 minutos…

A veces somos conscientes de lo solos que estamos en realidad…

A veces despertamos de sueños maravillosos para caer como plomo en la cruda realidad, levantarnos e ir a trabajar…

A veces nuestro móvil no suena y suele ser justo cuando más necesitamos saber que alguien se acuerda de que existimos…

A veces nos cuesta horrores encontrar una razón para luchar…

A veces somos vulnerables a las críticas, incluso de un extraño…

A veces cuidar a la familia nos parece un lastre…

A veces las responsabilidades y obligaciones nos superan…

A veces no sabemos ya ni quiénes somos ni a dónde vamos…

Y otras cosas que pasan, también, a veces:

A veces encontramos el Amor dónde y en quién menos lo esperamos y nos devuelve lo que se nos debía…

A veces cuando hemos agachado la cabeza y vamos cuesta abajo, pasa algo que nos sube otra vez a la cima como por arte de magia…

A veces te levantas derrotado y montas en tu coche, suena una canción que te transporta a un buen recuerdo y recargas las pilas para todo el día…

A veces nos damos cuenta de lo afortunados que somos por la gente que nos quiere y cuida cada día…

A veces salimos de una pesadilla y respiramos profundo, por fin, en la vida real, fuera de “peligro”…

A veces sonreímos horas al teléfono por estar hablando con esas personas especiales que nos devuelven la sonrisa sin siquiera saberlo…

A veces estamos llenitos de ganas y nos sobran motivos…

A veces no nos importa lo que piense el resto, porque lo tenemos claro…

A veces damos gracias por haber nacido así de bien rodeados.

A veces nos enorgullecemos de poder con esto y mucho más…

Incluso hay veces que sabemos quiénes somos y a dónde queremos ir…

Es curioso que a veces… Sea sólo a veces…

Quizá la realidad sea subjetiva y nosotros seamos responsables de lo que nos pasa CASI SIEMPRE, NO SÓLO A VECES…

Pero hay algo común en el estado de ánimo que tenemos frente a todas estas situaciones. Siempre hay una canción perfecta para describir como nos sentimos en ese momento. Lo que nos hace saber dos cosas: que todo pasa (después de un disco motivador, viene un disco “corta-venas” y viceversa), y que no somos los únicos que hemos estado en esa situación. Mal de muchos consuelo de tontos. Pues sí, somos así.

Cuando no sabemos describir como nos sentimos, si sabemos a qué música recurrir, descubriremos que no hacen falta palabras, casi todo existe ya en forma de canción. Quizá porque la música ha vivido mucho más que cualquiera de nosotros, es más vieja y por ende, mucho más sabia. Nadie tiene más historia que la música.
 (Y hay una frase que dice: Cuando estas bien te gusta la música, cuando estás mal, entiendes la letra).

Así que cuando la vida escuece o cuando esté siendo maravillosa, échale agua oxigenada. Escucha a otros vivir o morir por Amor, cantarle a su hijo o a su madre, a la vida, a los sueños, a la sonrisa del metro, a la chica del bikini azul, a Laura aunque ya no esté, a la que se imagina durmiendo sola, al gato del tejado, al hombre del piano, al abuelo Frank, al que quiere que llueva café en el campo, al que quiere hacer un barquito de papel para buscarte, al que se queda temblando, al sueño de ser millonario, a la lucha contra la pobreza, a la falta de valores, a la luna nueva sobre París, a las calles de Andalucía, al primer Amor del colegio, al mar Mediterráneo o al que no sabe qué hará ni si vendrá, pero él la espera. Escucha a los niños cantarle a la amistad, a Pin Pon, al pimiento colorado o al elefante que se balanceaba. Escucha a esos compositores ciegos, sordos, enamorados, huérfanos, jóvenes o casi tan viejos como la música que interpretan. Escucha a la chica de la guitarra en el metro, al del saxo, a los gitanos de la plaza de la catedral de Sevilla, al vecino intentando aprender a tocar el piano. Escucha a los militares cantarle a sus compañeros caídos, a su patria, a las hazañas de sus antecesores, al deseo de poder compensar el sufrimiento de sus familiares caídos en combate. Y por qué no considerarlo música, escucha a los pajaritos en tu ventana un domingo al amanecer, escucha el ruido del motor de tu coche, escucha el reloj que lleva años en tu comedor y jamás habías escuchado pero que una vez que lo escuchas, no puedes dejar de oír el tic tac hasta el punto de tener que guardarlo en un cajón, escucha el ruido sordo de ese centro comercial a rebosar de gente que busca algo que regalarle a sus seres queridos por navidad. Escucha la respiración de tu pareja al empezar a quedarse dormida, escucha como suenan las caricias.

Y si crees que no has oído suficiente, escucha a tu conciencia, pregúntale a tu corazón qué hay de malo en no estar alegre en un momento determinado, posiblemente la respuesta, suene en forma de canción.

La música es a la vida lo que el agua oxigenada a las heridas, evita males mayores, pero sólo el tiempo acaba curando las heridas.

O eso creo…

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